El verbo “dar” tiene 53 significados registrados por la Real Academia Española, la que lleva por sugestivo lema “limpia, fija y da esplendor”. Entre sus subentradas, de la palabra “dar” tienen esencialidad las que se refieren a sus implicaciones jurídicas, mercantiles, políticas, en fin, las que hay que tomar en cuenta para interpretar dicho vocablo cuando es empleado por un gobernante como Javier Corral, que habla de la dádiva duartista a los empresarios de la prensa encabezados por Osvaldo Rodríguez Borunda y su hermano que, por único prestigio, goza de un apodo que es sinónimo de demonio, lucifer, belcebú y luzbel. El Malo, en otras palabras. Pero esa no es la miga de esta pequeña entrega.

El gobernante debe entender que sus opiniones deben ser sumamente cuidadosas, también que no correspondan a una conducta que fácilmente se desboca al más pequeño rasguño. Todavía recuerdo aquel lejano momento cuando le recomendé a Javier Corral Jurado la moderación como característica de los políticos que desean beneficiarse de la generosidad democrática. Pero tampoco eso me importa ahora.

Lo que me interesa bastante es lo que corresponde al sentido de lo público en la reyerta –ya con varias etapas– entre estos gladiadores. En otras palabras: Duarte no era nadie para dar cien millones, si por tal conducta se entiende un donativo. Lo público es el presupuesto de egresos, su ejercicio legítimo, los contratos firmados, sean civiles o mercantiles; la rendición de cuentas, la auditoria y la fiscalización públicas, y de ahí dar el paso correspondiente al fincamiento de responsabilidades.

Recordemos que en el sistema representativo el poder que dimana del pueblo se instituye para beneficio de este, no de quien con un negocio medra del presupuesto en contubernio de los funcionarios que lo patrocinan. En otras palabras, no estamos ante el Javier editorialista, sino ante el representante nato del ministerio público y si, por tanto, está enterado de los significados posibles del verbo “dar”, pues ha de actuar en consecuencia, denunciando legalmente, ejercitando las acciones correspondientes, y todo esto no como un berrinche por una denostación pública que simple y llanamente o se podía dejar pasar o aclarar –aclarar– a través de la consentida vocería, quizá ausente por su iracundia.

Es obvio que los periódicos de la familia Rodríguez juegan ahora su rol en la trinchera contraria al gobierno establecido en Chihuahua, que ejercitan la libertad que las leyes les resguardan, también es fama pública que ese era el periódico en el que escribía páginas enteras Corral. Se conocen de antaño, hay temperamentalidad de por medio, intolerancias, hasta puedo aceptar que intromisiones en las vidas privadas. Pero en la agenda pública eso no pasa de ser lo efímero, lo que ocupa media mañana al parroquiano en el café. Lo importante es el fondo y que los actores jueguen sus roles. El de Corral está fundamentalmente acotado por la ley y más que declaraciones de prensa, lo que procede son actos de autoridad. Que de las disputas políticas se ocupen otros: ¿dónde está Álvarez Monge y el PAN de su abuelito?

Chihuahua ya sabe quiénes son unos y quiénes son otros. Lo que queremos saber es si se ha lesionado el interés público con corrupciones y tentativas de extorsión, que funcionen las instituciones. De no ser así, a estos personajes se les puede decir que son simples farsantes. Como dice la canción: “teatro, lo tuyo es puro teatro”.

El problema es que luego las entradas cuestan mucho en la taquilla y todos salimos perdiendo, aunque no nos demos cuenta por lo implantado que está el sigilo, el viejo arcano imperial. La opacidad, pues.

En otras palabras queremos ver que las cosas se limpian, se pulen para tener esplendor. Si no, lo que tenemos es, en concepto de mi abuela, gran alharaca.