Ayer, en un intento de ejercitarme como epigramista –de lo que estoy muy lejos, por cierto– escribí: La “Brega de pugnacidad” no se atempera ni con el refinado pensamiento del banquero Manuel Gómez Morin. Como resulta obvio intenté una crítica política basada en hechos irrefutables y en una sugestión de los intereses creados, en apego a lo dicho por el español Joaquín Benavente. Causó escozor como era natural entre algunos panista, viejos y redivivos. Esta columna intenta explicar lo que a mi juicio está muy claro, pero no está de más.

En primero lugar, reconozco la irreverencia –en este caso la mala leche que recomendó don Daniel Cosío Villegas– de utilizar una frase consagrada de Gómez Morin (brega de eternidad) para poner en su lugar lo que hoy tiene el PAN: un afanoso trabajo de pugnacidad. Si no exacta la apreciación, tiene una aproximación indubitable: que Margarita Zavala, inocultable agente del calderonismo, se separe y con ella un conjunto de notables, es una pugna de dimensiones enormes para un partido que se sueña en los cuernos de la luna. Molestó esta forma de expresarme, recibiendo de inmediato un tratamiento intolerante y denuestos que no me obligan a corrección alguna. Al contrario, hago el refrendo.

Me aplaudieron que tildara de refinado el pensamiento de Gómez Morin (no es la primera vez que lo hago), pero les disgustó que lo clasificara como banquero, absurdo de absurdos: el batopilense en su vida profesional fue funcionario en gobiernos surgidos de la Revolución mexicana; a ellos les sirvió precisamente como banquero, financiero, y en su profesión de abogado se desempeñó al servicio de prominentes hombre de la banca e industriales, entre ellos algunos que figuraron como presidentes de instituciones capitalistas privadas. Él jamas lo negó ni se consideró menos por la tarea, al contrario. Entonces, no dije nada que esté en desapego con la historia personal del político fundador del PAN. La intención, al referir ese carácter, es que en la pugna Anaya-Zavala hay un contenido de intereses por hacerse con la Presidencia de la república, que en buena medida tiene que ver con el curso del modelo económico depredador que domina en el país y dentro del cual, a mi juicio, los personeros beneficiarios del mismo no podrán hacer nada frente a un divorcio que parece consumado. Así de simple.

No había motivo ni para alharacas ni para sentirse ofendidos. Sólo la intolerancia y el integrismo dictan el insulto y la descalificación. Quieren que Manuel Gómez Morin sea un ente sagrado, intocable, con olor a incienso, canonizado y santo. Nada más lejos de las nuevas visiones que ha cobrado la ciencia de la historia. No está de más señalar que grandes pensadores están por la reinvención del pasado mexicano para despojarlo de su sentido mítico y novelero. Y Gómez Morin, el muy citado pero muy poco leído, no es excepción; pero además nunca lo ha sido. Recuerdo ahora que su compañero de generación, el ya citado Cosío, lo comparó, allá por 1947, cuando publicó La crisis de México, con Vicente Lombardo Toledano, y no salió muy bien librado de la pluma del historiador. Dijo en su memorable texto:

“La prensa y la iglesia han hecho de Manuel Gómez Morín, el jefe de Acción Nacional, casi un santo, y de Vicente Lombardo Toledano la figura mayor del movimiento obrero, casi un villano; pero Manuel Gómez Morín, sabe, como nadie en este mundo, que él no es superior a Lombardo ni mental ni moralmente”.

Usted puede tomar el partido que sea, lo que no es válido es adoptar un criterio político y humano –quizás demasiado humano, como dijo el clásico–, para deslindar el papel de las personalidades públicas y su valía en un México tan lejano al arranque del gobierno del presidente Miguel Alemán Valdez.

Pues bien, no faltó un panista redivivo (me refiero al magistrado que envilece al Poder Judicial de Chihuahua, señor Luis Villegas Montes) que me recomendó que me lavara la boca para hablar de Gómez Morin, como si estuviese cometiendo un sacrilegio en los tiempos del imperio del Santo Oficio. No sé si el magistrado padecía delirium tremens al reconvenirme, pero ni aún así le recomendaría una pasta Colgate para su cerebro. Parece que lo hace feliz el insultar a diestra y siniestra, el exhibirse como un miserable mendaz, indigno de tener en sus manos la justicia de los chihuahuenses, construir causas de recusación permanentemente y perder la calidad sobria que debe estar presente en todo juzgador. Allá él y sus recomendaciones dentífricas.

En el fondo, y ya que recuerdo a don Daniel, al que tanto le debe el país, está la circunstancia del PAN, de ese partido hoy hundido en la pugnacidad precisamente porque la lucha por el poder lo sofocó, al parecer de manera irremediable, privándolo del oxígeno ciudadano. El historiador, al respecto y en el mismo texto, profetizó desde 1947 que “Acción Nacional se desplomaría al hacerse gobierno”. Su carácter de hermano siamés del PRI ha ocasionado que la muerte de aquel le acarree su propia muerte. Cuán sabias son las palabras concluyentes –cambiando lo que haya que cambiar– de Cosío por aquellos años:

“… por lo demás, no nos engañemos si esta prueba llega fuera de tiempo: de aquí a seis años, por ejemplo, las diferencias entre la Revolución mexicana y los partidos conservadores pueden ser tan insustanciales, que estos pueden colarse en el gobierno no ya como opositores, sino como parientes legítimos”.

Esto que se dijo allá, al arranque del alemanismo, no tiene desperdicio en este momento del México de concertacesiones, de los Meade que pueden ser secretarios con Calderón y con Peña Nieto, pactistas por México como Madero y Corral. Algunos le llaman mafia del poder, PANRI, PRIAN; usted escoja el nombre que más le guste o invéntese el propio. Lo que no podemos hacer es estar a merced de los intolerantes partidarios de la inquisición y de las recomendaciones del tipo de las que formula Villegas Montes, ahora que para blanquear su entreguismo a Duarte con el apoyo de María Eugenia Campos Galvan, César Jáuregui Moreno y Mario Vázquez quiere mostrarse como riguroso aplicante del supuesto talmud gomezmorinista. Quizá piensa que así lo abrazará de nuevo su antiguo jefe Javier Corral Jurado. Allá él, y si lo desea que lo haga con aliento perfumado, pues el éter, que marea, también es desagradable.