Por algo desde la antigüedad a la diosa Temis se le esculpe mostrando como símbolo central una balanza sostenida por su mano derecha y, en la izquierda, una espada presta a utilizarse si es necesario. Es el emblema de la justicia como imparcialidad, del equilibrio soportado en el derecho y la equidad y, la indispensable coacción aplicable a los remisos de toda laya.

En cualquier sociedad en la que el Estado de derecho sea una realidad, el viejo mito de Temis describe bien lo que es la justicia y desmiente a sus detractores que aparentando que la imparten, la demeritan con sus propios actos cuando en aras de una selectividad y actitud blandengue ceden ante los transgresores de la ley.

Recuerdo ahora al respecto las palabras de Juventino B. Castro, jurista mexicano muy distinguido, por su oposición a otorgarle privilegios a los llamados “testigos protegidos”, que antes que nada son delincuentes que deben ser alcanzados por la espada de la diosa.

En Chihuahua tenemos un ejemplo de justicia selectiva con los cómplices del duartismo. Más allá de que el gobierno actual quiere barrer la escalera de la corrupción política de abajo para arriba, ha permitido que se procese penalmente a personajes menores del duartismo, algunos de los cuales están en cautiverio, a contrapelo de que a los grandes que se mueven campantes por nuestras calles gozan de su libertad, su riqueza malhabida y sus privilegios.

A los que estaban muy por debajo de Jaime Herrera Corral, pongamos por caso, se les tiene recluidos en el CERESO de Aquiles Serdán, y el frustrado banquero ni se inmuta y pretende construir su impunidad a través de fraudes a la ley y con artilugios muy propios de la chicana, que florece ante la ausencia de tribunales y a la sombra de la corrupción del Ministerio Público.

Jaime Herrera Corral hace vida paralela con Mario Trevizo, Pedro Hernández (exsecretario de Salud), Manuel Russek, por plantear una simple tercia, e iguales canonjías disfrutan otros hombres intermedios entre la política como afición temporalera y empresarial de primer orden.

La justicia selectiva niega al derecho, desmiente los equilibrios de la balanza de la justicia y esconde la espada. Es una claudicación, es aparentar que se combate a la corrupción política delincuencial de los dientes para afuera. Es la peor de las injusticias, precisamente porque aparenta que hay justicia y porfían de que en un país tan golpeado como México el refrán “algo es algo dijo el diablo” haga todos sus efectos.