Mi siempre estimado Nicolás Maquiavelo escribió en los Discursos sobre la primera década de Tito Livio: “Más pertinente es a nuestras cosas determinar lo que hemos de hacer que lo que hemos de decir; fácil será, después de tomada la determinación, acomodar las palabras a los hechos”. Este consejo, acatable o no, ya que cada quien en el mundo de la política –con y sin poder– de manera autónoma le asigna contenidos a su praxis y le imprime lo que don Daniel Cossío Villegas llamó “el estilo personal de gobernar”. Al señor Javier Corral, ni duda cabe, le gusta la palestra y por eso escolta sus acciones empezando por el decir, y entre más gravedad tengan las palabras, más le satisfacen.

Los que ejercemos la critica, no de ahora sino desde hace mucho tiempo y asumimos las consecuencias de la misma, se nos ve con desdén por el gobierno corralista y hasta nos reconvienen pensando que no tenemos derecho a la misma, que nos equivocamos, que carecemos de integridad intelectual y hasta dan por supuesto que hay un compromiso para guardar silencio. Bien se ve que tienen una visión bastante ribereña de nuestra realidad, de lo que hoy se requiere hacer y que, a lo más, han navegado sobre el río seco del Chuviscar.

Las palabras que anteceden tienen a la vista la reciente actividad de Corral en la Ciudad de México, anunciando el inicio del trámite para detener a César Duarte con fines de extradición. Dio basto tema para pronunciamientos de coyuntura, efímeros en redes y de los cuales hay que preservar la almendra y desechar la cáscara. Empecemos por el tema de la manipulación del suspenso: se recurrió al método sibilino, al misterio, a lo oscuro y tenebroso, después de lo cual brillaría la luz y que algo importante iba a suceder en las próximas 24 horas y no en la propia tierra, sino en el altiplano, que al final lo despreció. En otras palabras, el método rudimentario de las películas de Alfred Hitchcock (perdón Hitchcock) no tuvo el efecto anunciado.

En realidad, lo que pudimos observar fue declaraciones de prensa hechas en una casa de la Ciudad de México a la que se reviste de embajada, ausencia significativa de medios, un discurso a la nación que quería cimbrar un antes y un después en la historia, presumir que por primera vez hay diez órdenes de aprensión contra Belial Duarte, que se esconde en la satánica Trumplandia; cajas transportadas en un “diablito”, inútil presencia de secretarios de varios ramos de la administración local; ausencia del funcionario central, que sería el fiscal general, y un discurso grave, sentencioso, de tonalidades inaugurales de la historia y una solicitud presentada ante un “sub” para que se desencadene la extradición del cacique anterior y dejar en manos del aparato federal la suerte del ballezano defenestrado, esencialmente de Peña Nieto, Videgaray y Raúl Cervantes, en los que se dijo tener confianza, no obstante que encabezan el régimen de corrupción e impunidad, palabras tan del gusto de la retórica corralista, ausentes en esta ocasión.

Convengo, más en mi calidad de abogado de profesión, que si el delincuente se sustrajo a la soberanía nacional, se le traiga acá a través de los mecanismos jurídicos posibles y herramientas propias del derecho internacional. Antes, de alguna manera se le permitió que huyera, porque el momento oportuno para pescarlo fue después de la elección de 2016. Sobre eso algún día escribiré acerca del derrumbe que no fue, porque se renunció al poder ciudadano para adentrarse en el glamour de la clase política mexicana.

Como dijo Mandela, a los que vacilan la vida les impone las decisiones. Antes del suceso en la embajada chihuahuense, la FEPADE ya había hecho lo propio, forzando a que se tomara una decisión que ciertamente tarde o temprano se iba a tomar. También las acciones de Unión Ciudadana, aunque modestas pero significativas, obligaron a mover el escándalo duartista. Con esto quiero decir que pudiendo ser vanguardia se actúa de manera reactiva y, además, insuficiente.

Se busca a Duarte fuera del territorio nacional, correcto, pero qué pasa con sus cómplices de primer nivel que están aquí, que disfrutan del confort de sus fortunas malhabidas, que van al club y al gym, hacen vida social, juegan golf, tramitan sus asuntos, campantes transitan por las calles y, muy piadosos, se confiesan con sus párrocos, comulgan, bautizan, asisten a funerales y que se yo, pues es una cargada agenda de la vida social. En fin, nada les preocupa y por tanto si van a El Paso, Texas, u otros lugares del mundo, sólo lo hacen para el shopping. Es la historia y sólo reseñaré algunos nombres que vienen al caso, se trata de de Jaime Herrera Corral, Raymundo Romero, Mario Trevizo, Manuel Russek Valles, Leonel de la Rosa y su mirrey Rodrigo, Pedro Hernández, Eduardo Guerrero, Jorge Gonzales Nicolás y su capitán Rocha, Enrique Serrano, Jaime Galván, entre otros, que disfrutan el buen y brumoso clima de Chihuahua en un mes en que los amaneceres empiezan a ser más tardíos y menos brillantes por la ausencia de luz y sol, época de amaneceres cortos.

La llamada “Operación Chihuahua” a todas luces se queda corta. En primer lugar por el abandono de la denuncia del 23 de septiembre de 2014 que despertó la insurgencia cívica; esa no existe para la nueva élite empoderada. En segundo lugar porque las reglas del ceremonial todo lo tornan gris y más se disfruta del decir que del hacer, en un ámbito en el que la complejidad jurídica que impone el nuevo Código de Procedimientos Penales vigente y los entresijos del propio tratado de extradición y su practica, prevenía que, conforme al consejo del florentino, anteponer los hechos a los dichos, dejar protagonismos, ya que de vez en cuando la tribuna estorba. Gobernar es más que un torneo de oratoria, como aquellos que hacía El Universal de Lanz Duret, creo. Seguramente por eso los papas suelen salir escasamente a la plaza de San Pedro y a lo más pulen una sola encíclica, como lo sugiere el poeta jerezano Ramón López Velarde.

Un colofon que siguió a la pieza oratoria de Corral lo dio el periódico Reforma en una encuesta que coloca a Raúl Cervantes –en el que Corral confía– por los suelos. Tampoco se ve que el oportunista Frente Ciudadano por México haya tenido el impulso que se deseó con la retórica, porque contra él se han levantado enormes factores reales de poder en el propio PAN.

Un colofón adicional lo aporta la lucha de Unión Ciudadana: en el amparo 667/2017 del índice del Juzgado Sexto de Distrito en materia penal de la Ciudad de México, ahí el “respetable” Raúl Cervantes se comporta como un vil chicanero, al grado extremo de negar que haya causa contra Duarte. ¡Pos cómo, si es su compadre y socio! Pero eso no importa en el Palacio que, sin duda, a mi juicio, se ha convertido en la torre del orgullo.

Que nadie se llame a engaño: en mis textos siempre habrá critica; claro que me puedo equivocar, más claro que se puede coincidir o discrepar. Pero que no nos (me) vean con los ojos compasivos con que hoy admiran al grupo de los cooptados que hasta un acerado zipper se pusieron no tan sólo en la boca, sino en todos los órganos vitales que permiten hacer de la política una digna actividad, con absoluta ética de la responsabilidad, por si fuera poco. Esquirol jamás.

El rubor tampoco llegó cuando se interrogó qué pasa con la investigación del homicidio de la periodista Miroslava.