En un juego conservador de la clase política que ya demostró –a lo largo de los últimos lustros– su incapacidad y corrupción, se intenta crear el Frente Ciudadano por México, al amparo de tres árboles que ofrecen peligrosa sombra: el PAN de Anaya, el PRD de la Barrales y las tribus caníbales y el MC del expresidario y acomodaticio Dante Delgado.

La engañifa es fácil de advertir: quieren poner en el centro de todo lo que antes olvidaron –no digo en el papel, sino en los hechos– a la ciudadanía, la gran olvidada en la transición mexicana. El frente, quiere mostrar un dilema artificial: ellos en un polo y el peligro enfrente: PRI y MORENA; en realidad se trata de un subterfugio para encarar a este último partido-movimiento sin importar absolutamente nada, incluido convertir a los gobiernos como el de Javier Corral en arietes facciosos de sus partidos.

A los tres partidos frentistas, especialmente al PAN y al PRD, se les debe cuestionar el por qué no rinden cuentas de sus largas estadías en el poder político: la docena trágica de Fox y Calderón por ejemplo. Hasta ahora no se ha visto ni un miligramo de autocrítica, se quieren presentar como partidos sin historia porque saben que un pasado los acusa y los condena.

2018, esa es la perspectiva que observo, demostrará que PRI y PAN aparentaron durante mucho tiempo ser enemigos irreconciliables. Ese año crucial pondrá a los ojos de todos que son Caín y Abel, en una versión corregida y aumentada de las “sagradas escrituras”: hermanos siameses que al sacrificarse uno, hace correr la sangre del otro, hasta la muerte.