El actual procurador general de la república, Raúl Cervantes, no puede y no debe convertirse en el fiscal general transexenal. Por eso se le conoce ya como el “carnal” del peñanietismo. El comportamiento de la clase política –senadores y diputados– no ha hecho bien la tarea y por esto el peñanietista aspira a convertirse en el solapador, por muchos años, del régimen de impunidad y corrupción.

Su historia, en el poco tiempo que ha ocupado el cargo actual, lo condena al ostracismo ineludible, también a que se le finquen responsabilidades por la omisión en el cumplimiento de sus obligaciones constitucionales, tema que ha sido examinado por muchos analistas comprometidos con la construcción de un Estado de derecho en el país. Solapa agravios, y en Chihuahua hay uno muy grande.

Me explico: Raúl Cervantes es el procurador actual que protege con todo a César Duarte y a Jaime Herrera Corral en la denuncia presentada por delitos acreditados desde el 23 de septiembre de 2014. El actual procurador, y antes de él, el cansado Jesús Murillo Karam, y la hipócrita Arely Gómez, han movido cielo, mar y tierra para que la corrupción de Chihuahua no sea turnada a un juez competente y se haga un juicio para castigar a quienes saquearon durante seis años el patrimonio de los chihuahuenses y además patrocinar las elecciones del PRI. El mas cínico en esta historia ha resultado el aspirante a fiscal general de la república, aparte de querer convertirse en el pivote de Peña Nieto en el caso concreto de Duarte, es una variedad de compadre y correligionario del exgobernador.

Ese hecho lo hemos denunciado permanente y sistemáticamente desde que se le nombró procurador, pero lo hemos padecido en la tramitación siempre tortuosa de la investigación, el chicaneo burdo de los amparos interpuestos para reclamar que la justicia realmente sea pronta y expedita. Cervantes hace todos los días algo por salvar a Duarte y eso nos dice, desde ahora, que su bajuna condición no abona absolutamente nada para convertirlo en el fiscal que requiere la república, sobre todo los próximos años.

El escándalo Duarte debiera ocupar un lugar central para objetar el pase automático de Cervantes a la Fiscalía; pero no lo es, entre otras razones, por la claudicación corralista de bajar de la agenda concreta y especifica y de Estado el expediente que un día dijo que era “robusto” y contaba con un “arsenal de pruebas”.

En realidad se necesita más que un tweet con interés partidario y faccioso, para cerrarle el paso a Raúl Cervantes. Si no es ahora, se estará envenenando el futuro y, como se dice coloquialmente, el horno no está para bollos. Y por tanto lo que ha sido apuesta por el derecho, se puede tornar en una apelación diferente al pueblo para que ponga el orden que hasta ahora se nos ha negado. La tuerca ya no admite mayores apretones, se puede quebrar.