En la historia política de prácticamente todos los países, se observa un continuo trasiego de actores políticos de una posición a otra. La valoración de esto se puede tildar de acierto correctivo, de simple acomodamiento para mantenerse en un nicho de confort y, en los casos graves, es traición. En las transiciones políticas esta parece ser la regla, con autenticidad cuando la transición es breve y fragua bien, no como en la mexicana, que hay ex-priistas de ruptura histórica y de ruptura oportunista y circunstancial, que asemejan a las ratas que abandonan el barco a la hora del naufragio.

Son históricas y valiosas las actuaciones de un Cárdenas y un Muñoz Ledo, porque contribuyeron a la caída del partido de Estado; de poca monta la de un Bartlet que como especie de criminal nazi sobrevive a sus crímenes de 1988. En escenas de la historia universal, vimos las mutaciones de un Churchill que pasó por varias fases, de la liberal a la conservadora, desde la que se convirtió en un campeón para derrotar a los matones de Adolfo Hitler; o mucho antes que él, un Talleyrand, que fue anticlerical y anticatólico a ultranza, revolucionario francés como el que más, regicida, y todo lo que vino después de Napoleón. Será por eso, o como dicen en Torreón, o sólo que por eso sea; Ciorán afirmó: “Mi debilidad por Talleyrand: cuando se ha practicado el cinismo de palabra únicamente, se siente una gran admiración por alguien que tan magistralmente lo tradujo en actos”. En fin, el cambio de piel es un hecho reiterado en las historias de la política.

Para hablar de esto es frecuente que se recurra a dos conceptos, fonéticamente similares: cooptación y captación. El primer término ofrece una dificultad mayor a la hora de tratar de definirla, y tampoco es nada del otro mundo. Por cooptación se entiende “una designación o nombramiento de las vacantes de una corporación, organización o partido político mediante el voto de los integrantes de la misma”. Puede ser que el cooptado tenga pertenencia o no en dichos aparatos, pero siempre su aceptación es fundamental, sin ella nada se consuma al respecto. En sentido amplio, el término se emplea para todo tipo de asimilaciones, individuales o colectivas, cuando el que lleva la batuta es el que determina la ocupación de la vacancia.

Es distinta, entonces, de la captación, de la captura de los otros para asimilarlos, devorarlos, en cuyo caso ya la voluntad se tiñe de entreguismo, porque las actividades de antaño ya no se dan las de hogaño. La figura de los flujos del agua lo explica bastante bien, el río Conchos deja de serlo en Ojinaga cuando se convierte en Bravo.

Todo esto viene a cuento para reflexionar en torno a hechos y a líderes sociales, con historias y contornos bien definidos, que hace todavía dos años jugaban un papel especifico en Chihuahua y hoy han dejado de hacerlo; unos dirían que fueron cooptados, otros que simplemente, como las aguas, fueron captadas en una vertiente que los llevó a un caudal que ya no fue lo que era.

No se trata solamente de que se aceptó un cargo público, que se ingresó a la nómina, que se tiene que defender a un gobierno sin más ni más. No, de lo que se trata es del hueco que dejaron atrás y que nadie lo está cubriendo en continuidad a la propia historia. En otras palabras: se fueron con bártulos y todos los accesorios. Es la historia chihuahuense que ha llevado a hombres y mujeres del partidismo político de izquierda (socialista y comunista), de la izquierda social, exguerrilleros de raigambre pro-cubano, del feminismo consecuente y del derechohumanismo como base de insurgencias y luchas ejemplares, a colocarse detrás de un escritorio y sin tener las herramientas de los contrapesos de una alianza bien trabada y de acuerdos expresos y cumplidos. El poder de nombramiento del gobernante es el que define y la nómina gratifica. Afuera el vacío, el hueco y algo muy importante: la falta de una explicación plausible.

Los captados, ahora, pueden convivir, en sosiego político, con Pablo Cuarón, al frente de la educación pública, aunque ese señor no cimente sus convicciones en nada más que no sea la educación privada y los negocios. Los antiimperialistas comparten espacios de la administración con la esposa del magnate petrolero Paul Foster, la millonaria Alejandra de la Vega; y así con el alfil del Pacto por México, Gustavo Madero, o el miembro de una organización mundial anticomunista llamado Cesar Jáuregui Robles. Olvidan que la derecha, y sobre todo la ultra derecha, no se anda con medias tintas.

Las personas a las que me refiero, muy conocidas en estas latitudes, se escudan en una “alianza ciudadana” en la que todo lo fundamental –y cuando digo todo es todo– quedó en manos del PAN y sus facciones. Es fácil de entender en el mundo que en una alianza se transige y que se cede y se concede y que, además no es para siempre. Pero en esta que refiero únicamente fue conceder y conceder y la facultad del nombramiento y su revocación está en las manos del beneficiario que captó en su represa los afluentes de esos caudales políticos.

Ahora que nombraron a Karina Velázquez, con qué cara pueden pararse a la mitad del foro a decir que sostienen en la realidad convicciones anticorrupción. Quizá sean unos convencidos de que, como las víboras, el cambio de piel es posible, y en un país del no pasa nada y la desmemoria, todo se puede hacer. Y que de la ética política se apiade dios, si el presupuesto no alcanza.