A pesar de su experiencia en el ejercicio del poder y la política, el PRI no cambia: es el mismo adefesio de siempre. Ahora que se encuentra derrotado en Chihuahua, herido de muerte; haga lo que haga quedará fuera de los poderes federales en la elección del año que viene y se quiere rehacer en Chihuahua en la persona de Omar Bazán.

Hace unas semanas me preguntaron cuál es la opinión que me merece este presidente estatal del partido derrotado y mi respuesta fue sencilla: no me pregunten a mi, pregúntele a los campesinos de San Juanito en el municipio de Bocoyna quién es Bazán, ahí se enterarán de primera mano: Omar Bazán, apoyando negocios de Don Beltrone, fue y defraudó y esquilmó allá a humildes campesinos que creyeron en proyectos que quedaron en nada, salvo para él, que como buen priista sí se ganó algunos miles de pesos. Esa declaración sirvió para que pronto fuera y tratara de arreglar el problema, pero no lo pudo hacer del todo. Omar Bazán es uno de tantos que cree que todavía le puede funcionar el cambio de máscara o antifaz.

Tiene el descaro de decir, en relación al duartismo y sus cómplices: “Si hubo y hay acusados de corrupción, que se pongan nombre y apellido, que no se diga que es el PRI”. Pues sí, señor Bazán, sí tienen nombres y apellidos, y aparte de ser sus compañeros de partido se apellidan Duarte de Chihuahua, Duarte de Veracruz, Borge de Quintana Roo, Medina de Nuevo León, Granier de Tabasco, Yarrington de Tamaulipas, Peña Nieto, Videgaray, y en el escándalo actual se apellida Lozoya y tiene orígenes familiares por estos solares. Si la memoria no le alcanza, le recuerdo que varios de sus correligionarios habitan en un CERESO de la entidad. Pero sólo por nemotecnia le recuerdo a Jaime Herrera Corral, Manuel Russek, Raymundo Romero, Eugenio Baeza, Leonel de la Rosa, su junior Rodrigo, Miguel Salcido, Enrique Serrano y otros que por no empezar mal el día me niego a recordar.

El PRI de Bazán no para por nombres y apellidos. Lo que pasa es que Bazán quiere gritar que persigamos al ladrón y el sumarse así sea la cola en su persecución. Pero hay una cosa que habla y bastante mal en su historia: su silencio de siete años en torno a los atracos y despojos de que fue objeto el estado de Chihuahua por su compañero de partido César Duarte. Ahora hasta se dice perseguido cuando se amparaba en las faldas de Beltrones y nos dice –lo que lo pinta de cuerpo entero– que un día lo “instruyeron” para que dejara una de las dependencias del PRI y él lo hizo como cualquier siervo obedece a su amo: se calló y se fue a esquilmar campesinos. La historia de Omar está clara, como para que se venga a dar baños de pureza que jamas podrán quitarle las costras del viejo y anquilosado priista que es.

Alguna enseñanza nos deja el tango que dice en uno de sus versos “… che, que tu también tienes tu historia”.