Hasta hace unos días el buzo de la administración, por su condición natural, había nadado de muertito. El jefe de gabinete de la actual administración finalmente salió a flote y lo hizo para apuntarse como el operador de los intereses electorales de palacio.

Ni el Vivebús, ni la deuda pública, ejemplos sensibles y pendientes para la sociedad chihuahuense, han concitado el interés, ni la convocatoria, ni el debate abierto y público del gobierno actual como el electoral, haiga sido como haiga sido, por citar a un clásico del panismo de nuestros tiempos.

Era de esperarse: ahora es a través de Madero que la administración es blanco de ataques por parte del priísmo que intenta reorganizarse, encabezado por lo peor de ese partido, y entonces aquel es hoy objeto de demandas mediáticas para que renuncie. El funcionario Madero salió a flote, cierto, pero lo hizo para ponerse de pechito y lo más seguro es que el aliento para promover, con recursos públicos claro, la alianza PAN-PRD rumbo al 2018, no sea únicamente por voluntad propia.

Los despropósitos encabezados por Madero no son una novedad, como ya se ha dicho antes en esta columna. Pero comprometer la imagen, cualquiera que sea, de la administración, por sus devaneos partidistas, es algo que debiera preocuparles al interior del gabinete en lugar de aplaudirle sus malos modos de hacer las cosas que, a final de cuentas, mantienen el tufo de la calamidad.

Lo peor que puede pasarle a las y los chihuahuenses es que se le ponga pausa, otra vez, a la resolución de sus problemas por parte de una burocracia más atenta al derby electoral y del que el funcionario público, Gustavo Madero, es un vivo ejemplo de esos distractores que debieron desaparecer en octubre del 2016.