Lo mismo de siempre: sólo hasta que ocurre una masacre, como la perpetrada el fin de semana en Cuauhtémoc, reaccionan los organismos policiacos. Y es eso: mera reacción, porque ahora resulta que con el crimen de seis personas y muchas más heridas de bala en un bar de aquel municipio, que las autoridades de pronto “destapan” todo los males que aquejan, primero a esa comunidad del centro de la entidad, y luego a todo el estado de Chihuahua.

Y también resulta que sí, que sí había una guerra, y que además, a decir del director de la Policía Estatal, Óscar Aparicio, “la vamos ganando”. ¡Eureka! De pronto, además, las autoridades estatales se dieron cuenta de que muchos bares funcionaban de manera irregular (clausuraron a ocho tras la masacre) y que, ¡oh, sorpresa!, muchos vehículos portaban vidrios polarizados que intempestivamente se convirtieron en sospechosos.

Ahora, el gobierno del estado está por echarse encima no sólo a los líderes de vehículos “chuecos” porque la Policía Estatal anunció decomisos, sino a quienes por muchas razones no portan placas. Están en riesgo de pertenecer a una lista negra aquellos conductores que por contar con vidrios polarizados en sus autos no sean visibles sus placas de cartón, que cada mes cobra Finanzas a través de Recaudación de Rentas a razón de 400 pesos mensuales. Es decir, algunos de los desarreglos administrativos del gobierno estatal debe pagarlos la ciudadanía, económica y patrimonialmente.

La masacre en Cuauhtémoc se suma a la lista de pendientes de resonancia para el gobierno del estado, y en ellos están de igual modo los crímenes de periodistas, aún sin resolver. Sería bueno que ahora que se recuerda el triunfo electoral de una administración diferente a la corrupta que pastoreó el prófugo César Duarte Jáquez se tenga el tiempo de replantear el horizonte sobre el que se cifró un nuevo amanecer, no vaya a ser que se les haga tarde y tengamos un temprano crepúsculo.