Lo insulso de la determinación de imponer un corredor escultórico que abarca el Centro Histórico de la capital chihuahuense se demostró hace unos días en plena calle Victoria. Si bien no es en el corredor en sí mismo en el que recae lo insustancial del marujismo panista, lo baladí responde a un hecho simple pero significativo: la misma autoridad esnobista, que se quiso dar aires de preocupación por el arte público, es la misma que debió otorgar los permisos necesarios para que vendedores ambulantes se instalaran en la misma calle e hicieran uso de al menos una escultura como mero poste de retención.

Las imágenes que presentamos son evidentes: con una soga se ataron las barras que sostienen las carpas de los vendedores a la escultura Almas platicando, del artista Luis López Loza, pieza que fue donada por otro amante de las cercas y las mallas ciclónicas en Chihuahua, Alejandro Cano, acostumbrado a ese y otro tipo de amarres.

"Almas platicando".
«Almas platicando».

El tema no da para desatar, literalmente, un nudo gordiano; ni siquiera para uno de los que han hecho famosos los marineros del mundo. Basta con que la administración panista de María Eugenia Campos sea congruente y deje que fluya el arte por sí mismo, sin el estropicio de los mercaderes que ocupan la Victoria, incluidos los que se instalan en esa arteria que hace esquina con la Independencia, los de la política al mejor postor.

El valor del arte puede ser insondable y relativo si se quiere. Pero el disfrute público, si lo hay, no tiene por qué padecer esta falta de correspondencia entre lo que se pregona y se hace: o se les trata como esculturas que son o se les da tratamiento de adminículo tendedero público, porque para montarle los trapitos al sol a la alcaldesa, las columnas periodísticas se pintan solas. Bueno, algunas.