Dado que la prensa lo ha divulgado siempre como un rumor, para nadie es ajena ya la versión del supuesto quiebre del abogado Maclovio Murillo –actual consejero jurídico del gobierno estatal– a la hora de representar al defensor Arturo Ramírez Luque, quien mantiene un amparo en contra de la imposición duartista de los 13 magistrados “oxigenadores” en el Tribunal Superior de Justicia.

Y es Murillo quien ahora nos dice, extrañamente, que “no hay conflicto de interés” en el caso del hoy secretario general de Gobierno, César Jáuregui Robles, quien laboraba en el despacho jurídico en el que se recibieron las demandas de las constructoras contra el gobierno del estado, entonces manipulado por César Duarte, por 350 millones de pesos, al no recibir pago por obras en la edificación del Centro de Justicia.

El despacho jurídico es propiedad del exprocurador panista Arturo Chávez Chávez y ahora Jáuregui y Murillo forman parte del gabinete corralista.

Según versiones de un periódico de cuyo nombre no quiero acordarme, para el secretario de Hacienda, Arturo Fuentes Vélez, el asunto es más simple: por tratarse de un caso llevado ante juzgados federales, el compromiso “sale de los alcances de la instancia estatal”.

Sin embargo, la ecuación políticamente correcta se ubica en otro extremo de las consideraciones personales y legaloides. Nadie en su sano juicio podría prestarse a la ingenuidad de calcular la construcción de un muro infranqueable entre las influencias del secretario de Gobierno y las ligas que lo unen a Chávez Chávez, sobre todo de sus intereses personales. Y es ahí donde reside, llevado a la práctica o no, el conflicto de interés.

No olvidemos que esa fue la sustancia gelatinosa de un duartismo que quebró en muchos sentidos a la entidad; fue en esos pantanos verbales donde se atascó la legalidad simulada y constituyó la materia prima de la corrupción. Y fue así como ocurrió el desastre que hoy, desde la misma Consejería Jurídica, la Fiscalía General y la Secretaría de la Función Pública se pretende combatir lo que queda del duartismo. Por eso extraña ese discurso del atajo.