En los primeros 31 días del mandato del presidente norteamericano Donald Trump, este demostró que a los hombre del poder les gusta el golf. Símbolo de distinción y objeto de distracción, el golf le arrebató a Trump, al menos en ese primer acercamiento con el quehacer gubernamental, buena parte de su tiempo, a pesar de haber sido un crítico acérrimo de Barack Obama por su gusto hacia este deporte.

Periódicos de influencia internacional, como el británico Independent o el estadunidense The Washington Post, han destacado desde hace algunas semanas esta debilidad del presidente de Estados Unidos a un nivel que prefiere jugar golf a atender asuntos relacionados con su encargo institucional.

Incluso circula en internet el estudio que realizó The Washington Post sobre las primeras 744 horas de gobierno de Trump (el primer mes) y el análisis arroja que 25 de ellas estuvieron dedicadas a la práctica de ese deporte, ocasionalmente acompañado de otros mandatarios, como el primer ministro japonés y alguno que otro golfista profesional. En contraste, en ese mismo periodo dedicó sólo 6 horas a reuniones de inteligencia con su gabinete y otras 13 a enviar mensajes por Twitter.

En ese compendio, dedicó 221 horas a otro tipo de tareas, pero el resto, es decir, 399 horas la dedicó a actividades fuera del ámbito presidencial.

El propio Trump a través de su cuenta de Twitter criticó a Obama diciendo que perdía el tiempo jugando golf mientras el país enfrentaba una serie de desafíos y aseveró que estaba “peor que (el expresidente Jimmy) Carter”.

Y todo parece indicar que Trump ahora está peor que Obama y Carter juntos. Así debió tomar algunas decisiones, justo a la vuelta de la esquina de una guerra de magnitudes insospechadas contra Corea del Norte.