No es la primera vez, y desde luego la última, que tengo necesidad de hablar de la pertinencia y el deber de ejercer la crítica, particularmente la que tiene que ver con el ejercicio del poder estatal. No es ni fácil ni cómodo en un país que confunde crítica con ataque, con denostación personal y bajuna que se asocia a la búsqueda de favores y canonjías. Octavio Paz se lamentó de que no hayamos tenido siglo XVIII e Ilustración que legó a la humanidad entera estupendos caminos aún hoy vigentes. En otras partes, por eso, la crítica es crítica y además prodiga beneficios a la sociedad y la democratización con todos sus valores y virtudes que le dan sentido, entre otras la pluralidad y la tolerancia. Todos estamos aquí y tenemos todos los derechos, que quede claro.

Estoy informado suficientemente de que al interior del gobierno de Javier Corral lo que expreso en mis columnas, lo que difundo, lo que hago, se toma como propósito de ataque al papel que él juega ahora en nuestra entidad. No me voy a esmerar en desmontar las falacias que se esconden en un razonamiento tan infantil, que denota un estado de ánimo de desesperación que lleva, en la práctica, al abandono de la convicción democrática en favor de la crítica, si alguna vez se tuvo como nota distintiva en el anhelo para obtener una sociedad abierta. Sociedad que no quiere el pensamiento único, ni las visiones unilaterales ni unidimensionales y que detesta el simple discurso apologético o, por emplear el término más consagrado en los manuales de retórica, lo panegírico.

Es obvio que las circunstancias cambiaron, que el cacicazgo corrupto de César Duarte se fue y que hay un relevo al que se le pide actuar en congruencia de un voto que se le denegó al viejo y carcomido partido de Estado, que destruyó Chihuahua como pocas veces; su historia lo registra. Y cuando hablo de esto no olvido ni a Patricio Martínez ni a José Reyes Baeza, que hoy simulan amistad con el poder local escondiendo sus verdaderos propósitos y con obsequiosidad inexplicable desde el gobierno.

Javier Corral ha presentado en diversos momentos a Denise Dresser como su compañera de causas, su aliada, su fraterna amiga, y eso me hace suponer que esto se finca en un pensamiento compartido de la escritora que me detengo a transcribir –abuso de una cita que me parece extensa–, en un simple texto como este. Denise ha afirmado:

“Quisiera comenzar recordando cuál es la misión del crítico, en cualquier sociedad democrática. ‘Decir la verdad y avergonzar al diablo’. Como sugería Walter Lippman. Ser odiado por todos los bandos. Sentarse frente a la pantalla o ante la computadora y ser amigo de nadie. Desplegar la honestidad y el coraje para proteger a la sociedad del gangsterismo, venga del gobierno o del sector privado. Ser censor implacable del poder porque esa es la única manera de democratizar su ejercicio”.

Para mí, en el ejercicio periodístico, ese es el compromiso, y por lo que a mí respecta quisiera aplicarlo integralmente en mi calidad de político, pues no soy profesional de ningún medio. No he tenido, ni tengo, ningún compromiso con nadie para alabarlo, para ser su jilguero, o simplemente para ser omiso y guardar el cómodo silencio. Creo que eso, en los círculos de gobierno local se sabe a plenitud, como para venir ahora con lamentos. En lugar de estos debieran asumir que ni el propio partido, el PAN, que dirige el anodino Fernando Álvarez, se ha empeñado en la defensa de su gobierno, de donde se desprende que el malestar con los críticos anda errado, porque el principal debiera ser abordado dentro del propio partido que capitalizó circunstancias para un triunfo que ha dado paso a una partidización de la administración, en demerito de la propuesta ciudadana.

También me resulta extraño que plumas como la del propio gobernador, o de la de su secretario de Desarrollo Social, Víctor Quintana, hayan dejado sus columnas en los periódicos, so pretexto de los cargos que ostentan. No están al nivel de aquellos periodistas de la República restaurada que podían estar en la administración pública, en la Suprema Corte, en el Congreso, y cruzaban la calle rumbo a sus mesas de redacción para publicar sus críticas al presidente Juárez. Empero, es una decisión netamente personal y la respeto.

No está de más recordar que la crítica contribuye a las soluciones. Un clásico de la política mexicana dijo que lo que resiste apoya, verdadero planteamiento que quizás por provenir de un priísta no se reconoce, en franca concesión a la fraseología que está detrás de la brega de eternidades, desentendiéndose que buena parte de la política se hace aquí y ahora y que el mañana es incierto, y la eternidad mucho más. Que cada quien asuma las consecuencias de lo que hace.

Hay una gran preocupación en el gremio de periodistas por la circunstancia en que los ha colocado el poder, el constitucional y el fáctico. Es algo inocultable. Con relación a los periodistas, y en mi ámbito de ciudadano libre, tengo afinidades con muy pocos y discrepancias con muchos que podría documentar por lustros. Pero los que hacen de este ejercicio una tarea genuina, comprometida con la crítica en el sentido que la señora Dresser expone, lo emprenden a veces –ahí me veo– trabajando “…fiera, altanera, soberbia, insensata e irracionalmente independientes”. Lo escribió Cosío Villegas al comentar la Constitución de 1857. Lo que hoy hay que entender es que ahora se agrega una palabra: vulnerable.

Aquí estoy, aquí seguiré.