Es más o menos cierto que en octubre, al iniciar la nueva administración pública, repuntó el número de víctimas por homicidios violentos no sólo en la ciudad de Chihuahua sino en el resto de la entidad. Y es más o menos cierto porque de acuerdo a cifras previas, tanto del INEGI como de medios de información, incluso antes de la jornada electoral, desde abril del año pasado la tendencia criminal empezó a ir en aumento. Pero con el disparo de los asesinatos en las estadísticas desde octubre el hecho es que se trata de una tendencia que parece no tener pausa. Y eso incluye los más recientes de ayer y hoy, cinco en dos días. Al menos de los que la prensa nos entera.

Sin embargo ya empezó, como antes en el ominoso duartismo, el jaloneo de las cifras. Ahora resulta que también desde la Fiscalía General del Estado quieren corregirle la plana a un periódico, de cuyo nombre no quiero acordarme, por publicar la cantidad de homicidios dolosos ocurridos durante estos primeros cuatro meses de la actual administración. Desde la FGE hacen la “aclaración” de que no van 786 sino 686 homicidios, es decir, cien menos. Vaya enmienda.

Falsamente atribuida a Stalin, alguien que por cierto sabría bien sus palabras, su supuesta frase no es menos oportuna hoy ante tal escenario: “La muerte de un hombre es una tragedia; la muerte de millones es una estadística”. En el desconcierto local, la majadera disputa por la cantidad de muertes violentas es inútil e impertinente, por decir lo menos. Basta un crimen para preocupar a toda una sociedad y llamar a las autoridades competentes a atender todas las aristas que lo propician. Tales muertes, tales víctimas, incluidas las que se quedan con vida, no merecen formar parte de un espacio en el power point de la burocracia ejecutiva. Son personas y una sola es tan importante como 686 ó 786.