En el Congreso del Estado ha cobrado fuerza la versión de que la próxima semana se nombrará al auditor superior del estado, ante la ausencia ya definitiva del duartista Jesús Esparza. Como sabemos, en Chihuahua todavía estamos instalados ante un esquema institucional de auditoría y fiscalización de carácter político, por más que en la ley se disponga un cierto rango de autonomía de la que en la historia de Chihuahua no tenemos constancia alguna en cuanto a su vigencia. Es la actual legislatura, de mayoría panista, la que hará la designación y habrá una relación que, si las cosas no se llevan como debe ser, quedará en un nivel de servidumbre digno de darle seguimiento en los próximos meses, sobre todo cuando se nombre al titular para un periodo completo.

Internacionalmente se ha fijado como parámetro ideal que el auditor sea distinto del auditado; el controlador del controlado. En otras palabras, la designación que se haga no deberá dejar duda de la absoluta distancia que el auditor tenga del Partido Acción Nacional, de su administración central, que es la que mayores recursos ejerce. En tal sentido se tendrá como un mensaje de facciosidad el nombrar a un correligionario del partido en el poder, es decir el PAN, o un ciudadano que careciendo de militancia se le puede ligar a quienes hoy gobiernan.

Es bueno señalar esto en antelación al nombramiento, porque ese acto anunciará el talante para que en Chihuahua haya rendición de cuentas confiable, pues es bien sabido que cuando se pone a los compadres aunque hagan bien su trabajo, no generan la confianza que la sociedad reclama en los asuntos de gobierno. Ya veremos y haremos el comentario oportuno.

 

César Duarte: aquí, allá o acullá… pero ¡ya!

El trío Duarte-Herrera Corral-Hermosillo Artega, los visibles bandidos del sexenio pasado, han estado muy diligentes en la Ciudad de México y ante la PGR para que Raúl Cervantes, el titular de esa dependencia, atraiga todo lo que tenga que ver con ellos en cuanto a investigación penal y eventualmente lo que se decida, que no puede ser otra cosa que la consignación ante los tribunales para su procesamiento penal y obviamente bajo prisión. Quieren que se acumule allá en la Ciudad de México el ya viejo expediente de 2014 y los que aquí se abran. Las razones son obvias: allá estiman garantizar su impunidad por el compadrazgo de Duarte con Raúl Cervantes y el patrocinio de Peña Nieto.

El "vulgar ladrón".
El «vulgar ladrón».

Sabemos que hay competencias y que eventualmente con apego a la ley se pueden compartir las causas entre el estado y la federación, pero como ya se escucha en la calle: aquí, allá o acullá, pero ¡ya!

La causa Duarte no puede esperar más.