No me parece que la pugnacidad artificiosa deje provecho alguno. Actualmente hay un diferendo cuyas consecuencias pueden ser desastrosas para Chihuahua: en un polo está Armando Cabada y en el otro Javier Corral. La materia litigiosa versa sobre el refugio que el primero dio al duartismo al expedir nombramientos en el área de seguridad en el municipio de Ciudad Juárez a los impresentables Jorge González Nicolás, Pablo Rocha y Sergio Almaraz, a saber funcionarios prominentes durante la tiranía. Razones para la discrepancia no faltan y desde esta columna, a su tiempo, se advirtió que la supervivencia de la corrupción política que se padeció por seis años se aprovecharía desvirtuando esencias constitucionales en la división de poderes y en las autonomías municipales.

Así, es evidente que Armando Cabada, con toda la formalidad que le favorece, derivada de la frialdad de la ley, ha hecho designaciones que van a contrapelo de la voz de las urnas expresada el pasado 5 de junio. Los ciudadanos que le dijeron “sí” a Cabada es obvio que le dijeron “no” al equipo de Duarte. Eso no lo entiende el hoy alcalde de Juárez y juega sus cartas al altísimo costo de perder legitimidad en muy corto tiempo, malograr su posible reelección y aniquilar sus sueños más altos de poder. Es una necesidad política para Chihuahua que se debe curar de la enfermedad de sentirse medio gobernador del estado.

Con estas designaciones Cabada se muestra como un neófito en el oficio político, si le damos el tratamiento más benigno; lo más grave es que se desentiende de la historia de colusiones del antiguo fiscal y del explosivo entorno que rodea la frontera por ser asiento de un cartel del crimen organizado y plaza fuerte del mismo, como bien lo exhibe el incremento reciente de la violencia y los homicidios. No se podían tomar las decisiones para esos nombramientos pensando que no iba a pasar nada, por tanto la pugnacidad reviste un carácter, aparte de previsible, artificioso: crear problemas donde no los había. Ahora que por esta ruta de argumentación, por ahora, pero sólo por ahora, se descarta que el alcalde independiente llegó para hacer negocios.

Por su lado, el gobierno del estado, al parecer no hizo gala de sus mejores oficios para alinear los astros y la decisión hubiera sido otra. Nunca una arrogancia central, pero tampoco un desafío tan desvergonzado como el cabadista. Por lo pronto, la coyuntura seguirá ocupándose de este diferendo, cansón por cierto.

Y aquí paso al otro matiz de estos artificios. Cuando Cabada, vía las redes sociales y no se diga de las cartas abiertas de la Alianza Ciudadana recibiendo reclamos, muchos de ellos signados por funcionarios de alto nivel y se da por enterado de lo que ahí le dicen, es obvio que a vuelta de correo no le acusa recibo a ambos, evidentes agentes de Corral, sino a Corral mismo, con lo que se genera encono y se atizan fuegos muy anticlimáticos aunque estemos a las puertas del inv(f)ierno. ¡Tantos años de marquesa y no saber mover al abanico!