Ayer, ante un nutrido grupo de hombres y mujeres, Unión Ciudadana recordó el tiempo transcurrido entre el 23 de septiembre de 2014 y este septiembre que finaliza y que se contrae a la experiencia que se desencadenó con la presentación de una denuncia penal ante la PGR contra César Duarte, Jaime Herrera y Carlos Hermosillo Arteaga. En el evento se dio a conocer el video “Unión Ciudadana, a dos años de lucha”  y centralmente se concedió la voz a los asistentes. Al final corrieron a mi cargo unas palabras que se ajustaron a las ideas que paso a reseñar; en lo particular no llevé un texto escrito para ceñirme a él, porque quise tomar en cuenta las ideas que brotarían de la reunión. Reproduzco aquí gran parte de lo que ahí expresé:

Llegamos a este momento tras dos años de combate. En lo particular, con muchas dudas y preguntas sobre el trabajo que Unión Ciudadana debe emprender en el futuro inmediato. Y si las preguntas son abundantes, se impone reconocer una certidumbre de manera puntual: la tarea no ha concluido, la tiranía tiene que ser sepultada, desmontados sus agentes, para vencer a plenitud. Esto tiene que ver con nuestra exigencia de que se ejercite acción penal en contra de César Horacio Duarte Jáquez y sus cómplices de dentro y fuera de la estructura del decadente gobierno que llega a su final. Pero la certidumbre es precisa: ¡Tenemos que vencer!

En 2014, hace dos años, mi amigo el historiador Víctor Orozco, recurrió a la leyenda bíblica de David contra Goliat para emblematizar lo que sucedía en Chihuahua, y sobre todo con la furia que desató César Duarte contra sus críticos, disidentes y oponentes. Creo que si bien el mítico enfrentamiento es una valiosa figura retórica, recientes investigaciones dan un enfoque muy diferente y válido para proporcionar mejores argumentos para la lucha de estos dos años aquí en Chihuahua.

Malcom Gladwell (David y Goliat, editorial Taurus. Madrid, 2013) reseña que lo mejor de la inteligencia y la táctica estuvo de parte de David y que Goliat simplemente era un imponente monigote, y no más; quiero decir, condenado a su derrota en el duelo militar. Cuando el autor interpreta la leyenda, nos dice que cuando la gente normal se enfrenta a gigantes, tiene la oportunidad de darse cuenta de dos cosas, ambas de enorme valía: “Los poderosos y los fuertes no son siempre lo que parecen” (p. 22) y que lo más valioso que tenemos en el mundo proviene, frecuentemente, de encuentros desiguales. Nosotros en Unión Ciudadana libramos una lucha desigual y podemos decir, sin vanagloriarnos, que la ganamos.

En el plano de la ética y la política logramos desnudar ante el país y los chihuahuenses al PRI-duartismo, en ocasiones mediante la burla corrosiva, como cuando hicimos recular al tirano en su pretensión de apoderarse de la figura del general Francisco Villa. También cuando entregó el sistema de transporte llamado Vivebús señalamos que fue una promesa que nació muerta. En esencia, logramos que la mayoría de Chihuahua detestara la tiranía, personificada en César Duarte, y la corrupción quedó posicionada en el centro del debate político. Fueron años de esfuerzo que fructificaron a la postre.

No nos queda la más mínima duda de que Unión Ciudadana barbechó la tierra, la fertilizó y eso devino en la derrota sufrida por el régimen el 5 de junio en las urnas. Empero, no estamos aquí para realizar un ejercicio de autocomplacencia. Habrá que hacer la interpretación política más precisa de lo que sucedió con aliento generoso, ajeno a toda facciosidad, sea la que sea.

La denuncia penal AP/PGR/UEAF/001/2014-09 está a término, prácticamente concluida. Hay un expediente voluminoso que debe ser consignado a los tribunales (federales o estatales). En estricto rigor a Duarte hoy sólo lo sostiene en la impunidad Enrique Peña Nieto y su procuradora Arely Gómez. Ambos y altos funcionarios saben que esencialmente su compañero de partido soporta en su contra imputaciones que no puede soslayar, que contra las mismas podrá defenderse pero jamás reconvenir su inocencia. El fideicomiso del matrimonio Duarte-Gómez para apoderarse del Banco Progreso de Chihuahua, que se patrocinó con el desvío de recursos y depósitos hechos por Jaime Herrera Corral como secretario de Hacienda y socio del mismo banco, acredita los elementos esenciales de la maquinación y ejecución del enriquecimiento ilícito y demás figuras delictivas que el expediente documenta.

Sólo las viejas prácticas del régimen de corrupción e impunidad imperante en el país mantienen a César Duarte en libertad y encabezando un gobierno de despropósitos altamente lesivos para la sociedad chihuahuense. De ahí que el duartismo se ha agarrado a veinte uñas del Poder Judicial del Estado para convertirlo en su fortaleza y reducto finales, como bien ha quedado demostrado con la creación, al vapor, de un adefesio constitucional que sólo por una concesión para la mejor identificación del escándalo podemos llamar “Consejo de la Judicatura”, de factura facciosa, por un Congreso del Estado abyecto y violador del Estado constitucional de derecho. Pero si esto fue factible, es porque no ha habido un proceso de transición gubernamental hecho con la fortaleza del resultado electoral, con talento, energía y estrategia, lo que ha derivado en una transición precaria y absolutamente accidentada.

¿Dónde está Unión Ciudadana ahora? Su sitio es el de los principios y el del combate intransigente contra la corrupción política. La pregunta más bien se debe formular así: ¿dónde estará Unión Ciudadana en las próximas semanas, meses y años? Sin duda en la trinchera cívica, en la calle y en la plaza pública, en el ejercicio de la libertad de crítica, en el sentido de comunidad que alienta a la república, particularmente reclamando su independencia absoluta, su autonomía para hacer política, y para que se entienda mejor: fuera del poder que se establecerá en breve y ausente del erario.

El ensayista mexicano, César Garizurieta, apodado El Tlacuache, acuñó la frase que se ha convertido en un tópico de la política nacional: “Vivir fuera del presupuesto es vivir en el error”. Para Unión Ciudadana está claro que ahora en Chihuahua lo que procede es vivir fuera del presupuesto, para vivir en el acierto. Unión Ciudadana trabó un compromiso con la ciudadanía y desea cumplirlo: ganar la batalla contra Duarte, y cuando concluya, reconfortar a la ciudadanía demostrando que cuando se decide, por gente normal, como todos nosotros, puede ganarle al gigante. Recordémoslo: los fuertes no son lo que parecen y de luchas aparentemente desiguales se cosechan triunfos fructíferos. Si en estos años, como pensó el filósofo, queremos jubilar una época, no hay más fuerza que la de los hombres y las mujeres que asumen la ciudadanía con el poder soberano que le es inherente.

Llevar a Duarte y sus cómplices a juicio y castigarlos es iniciar, para el país, la mejor época de la lucha anticorrupción que corroe al país desde hace varios siglos. Pero hoy la agenda es mucho más compleja y Unión Ciudadana ha de ampliar su horizonte de propósitos. Enumero algunos:

División de poderes y construcción de un Estado constitucional de derecho

Activar todos los mecanismos de rendición de cuentas y crear otros nuevos y eficaces

Que el poder –sobre todo el Ejecutivo– deje de ser el eje único de la sociedad para que haya democracia

Hacer del Estado laico un compromiso fundamental para mantener la concordia entre la diversidad mexicana

Reforma profunda al sistema educativo, en particular redimir nuestras universidades públicas y el Colegio de Bachilleres, privilegiando la educación pública, que es la única garante de una educación realmente incluyente y a través de la cual se pueda hacer el trazo de un nuevo país

Que los medios de comunicación dejen de vivir del presupuesto público. Hoy pagan exclusivamente y en demérito de la sociedad, con adulación y engaño, a unos cuantos poderosos privilegiados.

Crear con mecanismos de construcción participativa tanto la Ley de Ingresos como el Presupuesto General del Estado, para que la sociedad disponga la orientación que se merecen los que menos tienen: nuestros pueblos originarios, los asalariados, los campesinos, que deje de ser un simple instrumento de la burocracia y la oligarquía local

Decretar la neutralidad de la administración pública para que la misma deje de ser, a través de mecanismos compulsivos, el ejército electoral del partido gobernante

Y finalmente, pero no al último, que la lucha contra el narcotráfico y el crimen organizado sea auténtica, se rompa el silencio, se reconozca la guerra civil existente y nos acojamos a la robesperiana norma de que el crimen se combate, no se gobierna.

Hasta aquí un manojo de ideas que desde luego están a debate. Para eso propongo celebrar el 26 y 27 de noviembre de este año un Congreso Estatal deliberativo y resolutivo de Unión Ciudadana, que trace sus tareas, les de perspectiva y la convierta en el formidable brazo cívico para vigilar a los gobiernos. Lo lograremos si tenemos una ciudadanía siempre activa y siempre presente.

¡Que viva Unión Ciudadana! ¡Triunfaremos!