Unión Ciudadana surgió como iniciativa civil durante el mes de septiembre de 2014. Apareció en el justo momento para mover una sociedad harta de la corrupción de César Duarte y su pedestre autoritarismo. Su praxis, en aquel momento, jamás contempló la hondura de las consecuencias que iba a traernos y que están a la vista de todos los chihuahuenses. El esfuerzo contó con un enorme apoyo y simpatía sociales y despertó a ese personaje olvidado, tanto por los políticos como por los demócratas, que es el ciudadano. Reivindicamos la idea de que será muy difícil la consolidación democrática si los ciudadanos están afuera de las grandes decisiones, porque sólo se les quiere consultar cada tres o seis años y mandarlos a descansar en la molicie, el espectáculo banal y la indolencia.

UC demostró la viabilidad de las líneas esenciales del proyecto que lo alienta e hizo compromisos de cara a la sociedad, y además los ha cumplido con fidelidad: en primer lugar no ser ariete, ni palanca de partido político alguno, ni proyecto electoral de la índole que fuera. La pertenencia a UC siempre ha sido libre y nunca ha coartado ni limitado las simpatías y adherencias de sus miembros, pero como organización, al reivindicar el no estar al servicio de la antipolítica, sí dijo, y lo cumplió puntualmente, que su lugar estaba al lado de los ciudadanos en la más diversa pluralidad imaginable, y en ese espacio, por cierto siempre gelatinoso, que se llama sociedad civil. Desde esa perspectiva hubo quienes optaron por proyectos de izquierda, otros que los abandonaron, y finalmente quienes definieron sus objetivos y se decantaron abiertamente por la candidatura de su predilección. Todas estas actitudes fueron respetadas a su tiempo, y lo son ahora.

En UC, particularmente porque su apoyo hasta ahora ha sido flexible, básicamente de resistencia pasiva, pero no por ello menos importante, se entra y sale como cruzar la puerta de la propia casa. Quizás esa sea su fortaleza, y también, por qué no, su debilidad. Pero a fin de cuentas, en esta coyuntura ya muy pocos quieren tener una militancia a la vieja usanza, y no está de más recurrir a ese concepto de raigambre militar, con todo lo que ello significa. En este contexto, UC se ha reunido con su modesta composición social y ha decidido mantenerse hasta agotar, al menos, dos de sus grandes compromisos ante la sociedad. Los enumero y reseño brevemente por separado:

Impulsar por propia cuenta y con absoluta independencia del poder y los partidos, la denuncia penal interpuesta por el que esto escribe contra César Duarte Jáquez, Jaime Herrera Corral y Carlos Hermosillo Arteaga, que se tramita hoy como una investigación en el expediente AP/PGR/UEAF/001/2014-09 del cual, hasta hoy, se puede desprender que estos personeros de la tiranía tengan que dar cuentas a la justicia por la magnitud de sus faltas en prisión. Ese compromiso lo hicimos de cara a la sociedad y de cara a la sociedad queremos alcanzarlo. Y ajenos a vanidades y protagonismos, nuestro empeño va en dirección de que sean los ciudadanos los que hagan triunfar la causa en la que se han empeñado a lo largo de los últimos dos años, y los únicos recipiendarios del mérito.

Cierto que la coyuntura ha cambiado y que mejores vientos hay ahora para hinchar las velas de ese expediente y sacarlo adelante, pero el triunfo será de quienes se sacrificaron desde el modesto lugar de la ciudadanía por hacerlo posible. Eso, sobra decirlo, es lo único que puede generar los anticuerpos y las medicinas que pueden curar al terrible cáncer de hacer del gobierno el negocio de quienes lo encabezan. Que es un camino difícil, espinoso, de carencias, quién lo duda; pero es la única vía para desmentir a quienes calumniaron diciendo que se trataba de una simple lucha con propósitos (pre) electorales, para quienes me endilgan minoría de edad para confeccionar una denuncia como la señalada (que por cierto cualquiera con voluntad pudo haberla elaborado), y no se diga para los maledicentes que se empeñan, aun en estos días, que José Reyes Baeza y su gente me armaron documentalmente. De entrada digo un par de cosas al respecto: de un cobarde y mediocre político jamás se pueden esperar estas audacias; y agrego, a guisa de pregunta: ¿acaso no fue este exgobernador el que nos heredó a César Duarte? Si el futuro me encuentra con ánimo, narraré cómo estuvo todo esto. Por lo pronto me acojo al viejo refrán de los legendarios sabios de Grecia: nunca digas en público lo que se dijo en privado. Esta es una historia digna de saberse a su tiempo.

El otro compromiso es obtener una recomendación puntal por parte de la CNDH en el tema del derecho a la manifestación pública, conculcado por la tiranía. Se trata del expediente CNDH/2/2015/6207/Q abierto desde marzo de 2015 y que tiene por materia la represión del 28 de febrero de ese año, justo cuando César Duarte apareció con su dilecta careta de La Negra Tomasa. En ese expediente se investigan al cacique, a su cómplice Javier Garfio y al grupo de sus compinchados que agredieron de manera artera una demostración frente al Palacio de Gobierno, legal, legítima y pacífica de UC y que como evento sintetizó la persecución que las mujeres y hombres tuvieron que padecer de manera sistemática desde septiembre de 2014, prácticamente hasta estos días. Afortunadamente, quienes estuvieron al frente de esta lucha, cobraron la calidad de insumisos que Tzvetan Todorov delinea en un conjunto de combates mundiales que se vieron coronados por el éxito, que esperamos para nuestra causa.

Es importante que la sociedad chihuahuense sepa que la CNDH, en este caso, nos obliga a un reproche en su contra: la lentitud para emitir una Recomendación, que no puede ser otra que señalar a los responsables de un crimen que no se presta a equivocidad. Pareciera que esa lentitud la dicta el que César Duarte sea un hombre de poder solapado desde la Presidencia de la república, y al que probablemente se le va a encarar en la comodidad que deviene de encontrarlo ya sin el cargo de gobernador. Así, cualquiera, por aquello de que del árbol caído, tomo mundo puede hacer leña. Incluso he pensado en desistirme de esta Queja, para que quede como un antecedente de reproche moral para la CNDH. Pero no lo haré porque no soy el único quejoso y mucho menos el único doliente. En la Queja están más personas (no las enumero a todas) y me merecen todos mis respetos y por ello el esfuerzo de continuar el trámite con la sensación de desaliento: Óscar Hernández, Víctor Manuel Bueno Aragón, Sofía García, Gamaliel Chávez Rentería, Ana Luisa Herrera Laso, Javier Corral Jurado, Cinthia Aideé Chavira, Blanca Gámez, Marisela Terrazas Rodallegas, Susana Romero, José Ogaz, Carlos Rivera, Mireya Carreón, Javier Félix, entre otros. Sólo para documentar las cosas, proporciono el link de Los porros de Duarte ( https://www.youtube.com/watch?v=h8YfrPepLkw ) que figura, además, en el sumario de la Queja.

Estos dos compromisos imponen deberes éticos y son parte de la praxis política, pero de sobra está decirlo, en el corazón de los mismos vive un propósito universal, de dignidad, de lo que no se vende ni se compra, y que alienta una causa ciudadana sin facciosidad de ninguna índole.

Si de remar se trata, la nave continúa con esa línea. Desde fuera del poder, y desde el corazón de los ciudadanos. Ojalá tengamos buenos vientos, ya que cualquier naufragio no sería la derrota de UC, sino la de todos, y entonces sí podríamos decir, churchilleanamente, que nunca tantos perdieron tanto por ausencia de respeto y congruencia con la ética, la política en el mejor de sus sentidos y el cumplimiento de los compromisos contraídos.