Saúl González Herrera: precisiones para una autobiografía

Febrero de 2012
Litográfica Voz
Chihuahua. 24 pp.

Esta en la Biblia una antiquísima conseja: “Antes de su muerte no alabes a nadie, que sólo al fin se conoce quién es cada uno”. El priísta ordinario es bestialmente laudatorio a fin de escalar y se olvida de la primera parte de la sagrada frase; la segunda simplemente la pasa por alto, no le da fruto alguno. Con Saúl González Herrera (SGH) tenemos una excepción: fue generosamente reconocido en vida por los suyos y, después de muerto, se le quiere santificar –quizá contra su propia voluntad, no lo sé– para tener siempre a la mano incienso para quemarle. De ese incienso tratan estas apresuradas notas, redactadas de noche y con frío en los huesos, en las horas en que el sueño reclama al cuerpo para repararle sus fuerzas. Si bien el lector encontrará aquí exposiciones atropelladas y, ¿por qué no?, subjetivas y memoriosas, jamás serán producto de una enemistad juramentada o de una cosmovisión integrista. Son a lo sumo las opiniones de un hombre que compartió en otro espacio –el de enfrente– sucesos importantes en los que ambos tuvimos que ver, destacadamente el político chihuahuense oriundo de su municipio: el legendario Guerrero enclavado en el Valle del Papigochi. Si me sigues en este texto encontrarás más historia y política que inútil ojeriza. A él no le apliqué –como a otros, lo reconozco– mi predilecta frase de la tragedia Ayax de Sófocles: “Sí, lo odiaba cuando hacerlo era decoroso”, para soportar únicamente la transitoriedad de una pasión y hacerla ingrávida, más que para agotar la propia vida en naderías. Corre tinta…

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